Disculpad la demora y que no continúe aún con el siguiente cuento del proyecto 5W, pero la U me tiene colapsado y no me ha quedado mucho tiempo, por ahora los dejo con un pequeño cuento que nació hace algunos días, casi sin querer y fue terminado completamente sin querer.
"En algún tiempo remoto vivía un pequeño campesino, ya era un hombre para la sociedad pero seguía siendo un niño, tenía experiencia claro está, pero no en todos los aspectos.
Un día, éste joven viajó a la capital, donde por esas casualidades de la vida conoció a la Princesa del Reino, tanta era la belleza de ella que se enamoró perdidamente de ella e hizo lo posible e imposible por poder acercarse a ella en una de las fiestas que se realizaban -motivo por el cual había viajado a la capital-
Después de horas de esfuerzo, logró estar a 5 metros de ella, la llamó, primero con un susurro pero al notar que ella no escuchaba le gritó, aquel grito no sólo fue escuchado por la Princesa sino también por los guardias de ella y por la Reina lo que provocó un pequeño tumulto y la consiguiente persecusión de los guardias. El campesino corrió como nunca en su vida, tratando de esquivar y perder a los guardias entre la multidud, sentía miedo, mucho miedo pero estaba seguro que ella lo había visto. -Sí, me vio-, pensaba mientras corría.
Finalmente logró escabullirse entre la multitud de personas que convertían la capital en un pandemonio. Dos días después volvió a su aldea, sin haber vuelto a ver a la Princesa.
Lo que el campesino no sabía era lo que pensaba y sentió la Princesa en ese momento. Ella sí lo había escuchado, pero no podía voltearse abiertamente y antes de que pudiera hacerlo se escuchó el grito. Se sorprendió al ver quién la llamaba, era simplemente un campesino más como otros, joven sí, pero sucio y mal vestido como todos, pero hubo un detalle que ella no pudo omitir, sus ojos. Los vio de perfil y de forma fugaz, pero vio la negra silueta de sus pupilas y la honestidad e inocencia que se sentía en ellos.
La princesa pasó varias semanas sin dejar de pensar en aquellos ojos, sencillamente estaba cautivada por ellos. De tal forma que no pudo aguantar más y se confesó con su lacaya, mala idea por parte de la Princesa, luego de abandonar la alcoba de la joven la sirvienta corrió donde la Reina a contarle el secreto que le habían confesado. Al enterarse la Reina de lo que pasaba por la mente de la Princesa, la mandó a llamar, luego de horas y horas de retos, gritos y lágrimas la Reina decidió enviar a su hija a un convento, para alejarla de los viles pensamientos y guardarla para el momento en que algún joven Príncipe se presentara ante ellos, los Reyes, para pedir la mano de su retoño.
El viaje y el castigo debastaron a la Princesa quien a pesar de todo no dejaba de pensar en aquellos ojos. Malditos ojos, bendecidos ojos.
Pasó el tiempo y el Campesino se enteró de la suerte de la Princesa, claro que no supo el real motivo de éste encierro. Pero no pudo ni quiso evitar la idea que se le vino a la mente sin demora, viajaría hasta el convento a ver a su Princesa, para declararle su amor.
Demoró dos días en tener todo listo para su travesía, al amanecer del tercer día, antes que despertaran los gallos en el poblado salió caminando haciendo el menor ruido posible.
Viajó durante un mes y medio, pasó frío y hambre, corrío, se escondío de los guardias del Reino que andaban por los caminos y que después descubrió que además estaban haciendo rondas cerca del convento en el cual se encontraba la Princesa.
Esperó dos semanas más en el poblado más cercano gastando el poco dinero que le quedaba mientras planeaba cómo acercarse y llegar al convento sin ser descubierto y arrestado en el intento.
Finalmente llegó el día, su último gasto fue una sotana similar a la de los monjes del convento. Aún así era demasiado el riesgo, sobre todo si al verlo los guardias le solicitaban alguna identificación ya que no la había conseguido. Por tanto trató de caminar con la mayor naturalidad que pudo considerando el nerviosismo que lo carcomía, no solo ante la posibilidad de ser descubierto sino también por el temor y necesidad de encontrarse frente a su amada.
El Campesino caminó vestido con la sotana, pasó ante varios guardias y estos hicieron caso omiso de él, casi llegaba al convento cuando uno de ellos se acercó a él y lo tomó del brazo girándolo hacia él antes de poder reaccionar. Sus miradas se encontraron y notó la desconfianza que emanaba de sus poros, el guardia también la notó. Lo cogió aún con más fuerza mientras llamaba a sus compañeros, rodeado ahora de guardias el Campesino pensó que llegaría a su fin aquella arriesgada empresa.
Sin dejar de mirarlo, el guardia le pidió la identificación, sin saber que hacer Campesino comenzó a tocar entre sus ropas ante la mirada amenazante de sus captores, es mi fin, pensó. En ese momento y ante la sorpresa de los guardias salieron varios monjes del convento acercándose con paso raudo y seguro, se presentaron ante los guardias declarando que a quien habían capturado era uno de ellos, que solicitaban las disculpas del olvido de la identificación pero que ellos como la institución más cercana al Señor asumían la culpa de aquel discípulo. Los guardias dudaron un momento, pero luego soltaron al pobre Campesino quien estaba completamente anonadado.
Ya al interior del convento, se acercó el monje con mayor jerarquía, el Campesino lo supo de inmediato por su atuendo y sus anillos de una riqueza incalculabe, quizás alcanzaría para alimentar a su aldea por un año. Mirada severa ante él, sentió miedo ante sus palabras -quítate ese atuendo, no te pertenece- no dudo ni un instante ante la orden recibida, al terminar notó un cambio en aquella mirada, la severidad se mantenía pero tambien vio bondad.
¿Qué te ha traído hasta acá asumiendo un riesgo tan grande hijo?, le preguntó. El Campesino aún atónito se demoró en responder, ten confianza hijo, escuchó. En ese momento respondió, me trajo el amor Su Santidad, el amor como nunca lo había conocido. ¿Y quién sería la afortunada hijo? inquirío el monje. El Campesino titubeó y antes que pudiera articular palabra el monje le dijo, adelante, te está esperando, soñó que vendrías y desde ese momento te hemos estado esperando.
El Campesino caminó con un monje a cada lado hasta una habitación que tenía una pequeña ventana, era una de las pocas que había en aquel lugar. En medio de la habitación vio a la Princesa, resplandeciente en belleza. Se acercó a ella y se arrodilló.
Ponte de pie le dijo ella y se acercó, él titubeó y se puso de pie. La contempló y luego de la mejor forma que pudo le declaró su amor. La amo desde el primer momento en que la vi mi Princesa, comenzó a decir, ella guardó silencio y el continúo, he hecho un largo camino gastando lo poco que tengo y arriesgándome a ser apresado por volver a verla y poder decirle esto, pero siendo sincero es más por mí que por Usted Su Excelencia, yo la necesito como nunca he necesitado a nadie más en mi vida, le amo como nunca he amado y como estoy seguro que no amaré a nadie más, por favor acepte mi amor.
La Princesa lo escuchó, se demoró en responder y le dijo: yo también me enamoré, me sentía desdichada sin ti, sufrí por mucho tiempo pero ahora se acabó, en este tiempo me he dado cuenta que soy feliz. Mi madre tenía razón, somos muy distintos y nunca podríamos ser realmente felices los dos".
Moraleja: No todas las historias de amor, terminan con amor.
Próximo cuento en proceso.
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Oh my fucking.. a pesar de la falta de algunas comas (ñoña :B) me gustó bastante.. era el que me comentaste la otra vez?
Un abrazo, Edo :)
Anónimo dijo...
23 de abril de 2009, 15:23
me huele historia conocida...pero esta bastante buena te dire.. .voy al otro XD
klownbored dijo...
26 de abril de 2009, 21:32