Siga el camino del arcoiris y encontrará el tesoro.
Conocí a Isabel hace algunos años, una joven atractiva, estudiante de medicina de la Universidad de C. Cuando nos conocimos tenía solo 21 años y me cautivó, yo ya había cruzado la barrera de los 40 y a pesar de eso no pude evitar pensar de forma un tanto indecente considerando nuestra gran diferencia de edad. Con el paso del tiempo vi lo imposible que sería esto porque para ella yo era casi un padre y en parte su mentor, lo último en realidad fue lo opuesto, porque finalmente yo aprendí más de ella que todo lo que le pude enseñar con mis libros.
Nos conocimos en una charla de hechos paranormales. A pesar de no haber vivido alguna experiencia en forma cercana siempre me he sentido obsesionado y atraído por estas. De pequeño comencé a leer a maestros del terror como Lovecraft y Poe y otros tantos escritores de este género. Recuerdo que cuando era muy pequeño mi hermano mayor, quien falleció hace algunos años, me leía algunos versos de los poetas malditos.
Isabel había asistido porque lograba desdoblar su alma de su cuerpo, por esto quería aprender más sobre su habilidad. Llevaba un año aproximadamente haciéndo esto e investigando a través de la limitada información que le brindaban las bibliotecas públicas e internet, pero todos los datos eran vagos salvo algunos escritos que hacían resúmenes de entrevistas a quienes realizaban viajes astrales. Uno de estos escritos fue hecho por Monroe basado en sus propias experiencias, el cual tenía en mi biblioteca personal, ese fue el motivo por el que Isabel decidió acercarse a mí.
Desde el comienzo se mostró interesada por todo lo que podía aprender de los conocimientos que he adquirido a lo largo de los años como filólogo. Desde hace casi una década que me siento orgulloso de la biblioteca que tengo, fruto de esfuerzos y gastos que muchas veces me dejaron casi en la quiebra económica, pero gracias a la fortuna familiar que recibí y de algunas buenas inversiones en la bolsa he logrado salir adelante y cumplir mis objetivos.
Por esto me hacía sentir importante que una bella joven como ella, con un futuro bastante prometedor se mostrara interesa en compartir su tiempo y además escuchar tan atenta a todo lo que le podía enseñar.
Ahora me arrepiento de gran parte de aquello, aunque era imposible que supiera al menos con certeza los riesgos que habían en todo y lo que le pasaría a Isabel.
Pasábamos horas estudiando viejos manuscritos tratando de obtener más conocimientos. Pero lo que realmente me encantaba era escuchar sus experiencias sobre las huídas por parte de su alma de su joven cuerpo y los lugares que recorría durante sus experiencias. De esta forma ella obtuvo otros conocimientos y en ocasiones incluso pequeños objetos que traía de los más diversos lugares. Al despertar los tenía aferrados en sus manos o su cuerpo mostraba las pruebas de esto, granos de arena entre sus dedos, su cabello mojado con agua salada, pequeñas plantas bastante exóticas, entre tantas otras. Estos objetos los guardaba en mi estudio ya que no tenía la confianza suficiente con sus padres para contarles todo esto o para mantener sus tesoros en su hogar.
Por mi parte yo guardaba todo y escribía sus relatos. Este tesoro, así como los manuscritos están escondidos en otro lugar y no daré a conocer estas experiencias ya que muchas personas podrían sentirse atraídas por esto, y no estoy dispuesto a cargar con más peso en mi vieja y atormentada alma.
Dentro de nuestros estudios sobre los viajes astrales había un vacío en todos los relatos, este punto era el de aquellos seres que se encuentran a nuestro alrededor y quieren robar los cuerpos de aquellos que separan su alma de ellos. Estos extraños seres se encuentran en un dimensión paralela a la nuestra y son el mayor peligro al que se enfrentan aquellos que realizan los viajes, son quienes pueden cortar el nexo que une el cuerpo físico con el alma mientras ésta vaga por otros lugares.
Nunca había logrado comprender el por qué este miedo que es tan real para los viajeros astrales no hubiese sido documentado de forma concreta en alguna entrevista o escrito a lo largo de todos los años, ahora lo comprendo y lamento este conocimiento.
Antes de Isabel no hubo y espero que no vuelva a haber una persona capaz de controlar de forma tan efectiva el movimiento de su propia alma y cruzar la última barrera. En términos simples quiere decir que estos seres nunca han podido cortar el nexo cuerpo-alma porque se encuentran más allá de la dimensión alcanzada por los viajeros, pero estos los pueden sentir en sus viajes porque se encuentran más cerca de esta dimensión que nosotros. Isabel cometió un gran error, que fue cruzar esta barrera, aunque gracias a esto ella podía traer objetos materiales con su alma.
Un día, el cual nunca podré olvidar, estaba realizando uno de sus viajes en mi estudio cuando su cuerpo se comenzó a convulsionar. Como comprenderán me asusté ya que sus viajes siempre fueron tranquilos, pero gracias a los conocimientos que tenía sobre la materia logré calmarla y al cabo de unos segundos despertó. Lloraba y su cuerpo no dejaba de temblar, me abrazó y siguió llorando acurrucada a mi lado hasta que volvió a dormirse, esta vez en un sueño normal.
Cuando despertó nuevamente me contó entre sollozos lo que había ocurrido. En el momento en que cruzó la línea en que su alma comenzaba a ser física se encontró con uno de estos entes, al describírmelo no pude menos que sentir un terror realmente indescriptible. Sabía que no mentía y por lo mismo no podía creer que aquella niña que se veía tan frágil hubiese logrado luchar contra aquel demonio y volver. De haber sido yo no hubiese sobrevivido a aquello, tan solo me contó esto y cada vez que lo recuerdo temo por lo que podría pasar si lograran cruzar las dimensiones y llegar a nuestro débil y joven mundo. Gracias a Dios sé que no pueden cruzar las dimensiones, al menos no sin ayuda y no más de uno a la vez, lo cual ya es bastante malo.
Logré que Isabel me prometiera no continuar con los viajes, nuestros experimentos habían llegado muy lejos y debíamos detenernos, ya sabíamos más de lo que muchos siquiera sospechaban. A pesar del sufrimiento de Isabel, pensé de forma egoísta en los documentos que había escrito sobre estas experiencias y por sobre todo la última de ellas, yo podía documentar el encuentro con uno de estos demoníacos seres, cosa que hasta el momento no se ha logrado y espero que no suceda.
Pasó el tiempo y las visitas de Isabel fueron disminuyendo, debido a las transcripciones que realizaba de todo esto no me preocupé de este detalle y asumí que solo eran efectos del terror sufrido. Cuando venía andaba cabizbaja, ya solo nos acompañábamos, nuestras charlas casi no existían.
Llegó el día en que realmente noté por lo que estaba atravesando y lo frágil que era, a pesar de haber ganado con su alma la batalla contra uno de estos seres seguía siendo solo una niña, apenas había cumplido 22 años, menos de la mitad de vida y ya tenía un recuerdo que la torturaría durante el resto de su vida, algo macabro y tenebroso. La cobijé y nuevamente le hice prometer que no volvería a realizar un viaje, me miró a los ojos y lo prometió, luego se acercó y se dejó caer sobre mi abrazándome. Sentí la forma de sus pechos que se dibujaban bajo su blusa y volví a mirarla de forma egoísta, una excitación recorría mi entrepiernas, tomé su rostro con mi mano y lo levanté, sus ojos estaban húmedos y rojos. La besé sin pensarlo, ella devolvió aquel beso. No fui capaz de tocarla a pesar de mi excesivo deseo, me sentía sucio ya que realizaba algo perverso, la quería y me gustaba, la deseaba con todo mi corazón, pero mi razón y mi amor eran por sobre todo mucho mayores, de la misma forma en que yo me había convertido en un padre, ella para mí era casi mi hija.
Así que frené aquella situación a pesar de mi casi adolescente deseo, me miró sorprendida, traté de explicarle por qué había hecho esto pero no me comprendió, sentía su orgullo de mujer herido, sentía que la había rechazado. Después de esto se fue, con una fría despedida.
Pasaron los días y luego las semanas sin saber algo sobre ella, no respondía su celular y en su casa me indicaban que no estaba o que se sentía mal por lo que no quería hablar con nadie, ni siquiera conmigo. Me sentí pésimo, pero no podía hacer más, por lo que comencé a rondar su casa tratando que no me vieran, la luz de su habitación permanecía prendida pero al llamar negaban que estuviera, comprendí que no quería verme. Me marché con el corazón roto y sin señales de mi amada Isabel.
Durante muchos meses la busqué entre las multitudes, fui a su universidad y ya no estaba, comencé a asistir a charlas sin prestarles verdadera atención, solo la buscaba a ella y ella no aparecía, había abandonado aquello que nos unía.
Aproximadamente un año después del último viaje que realizó junto a mí la volví a encontrar, realmente era ella, mi corazón latía muy rápido y me volví a sentir feliz luego de mucho tiempo. Me acerqué a ella y la llamé por su nombre, no pareció que me oyera por lo que me acerqué y toqué su hombro, se volteó y vi sus ojos. En aquel instante supe la verdad, por algún motivo Isabel no cumplió su promesa, volvió a realizar uno de sus viajes y esta vez había perdido la batalla. El brillo de aquellos ojos tenía algo diabólico, no era ella, su alma no se encontraba en ese cuerpo que tantas veces había deseado. Isabel, más bien su cuerpo sonrió, una sonrisa sardónica que me produjo un horror como nunca había sentido antes. Luego se volteó nuevamente sin decir palabra alguna y se alejó.
Ahora paso cada instante de mi vida recordando los momentos en que estuvimos juntos, pienso en su infortunada alma que debe recorrer quizás cuántas dimensiones sin poder volver a su cuerpo, y pienso en aquel ser que está en el cuerpo de Isabel. Recuerdo la descripción que me dio de él y temo, temo por mí que sé la verdad y temo por la humanidad que no sabe que hay un demonio caminando entre ellos, capaz de quizás qué cosa.
A veces, cuando duermo creo sentirla, siento que está cerca de mí y que se recuesta a mi lado. Algún día quizás nos volvamos a encontrar, quizás en ese momento sepa por qué no cumplió su promesa.
Conocí a Isabel hace algunos años, era una joven atractiva, estudiante de medicina de la Universidad de C. Cuando nos conocimos tenía solo 21 años y me cautivó, yo ya había cruzado la barrera de los 40 y a pesar de eso no pude evitar pensar de forma un tanto indecente considerando nuestra gran diferencia de edad. Con el paso del tiempo vi lo imposible que sería esto porque para ella yo era casi un padre y en parte su mentor, lo último en realidad fue lo opuesto, porque finalmente yo aprendí más de ella que todo lo que le pude enseñar con mis libros.
Nos conocimos en una charla de hechos paranormales. A pesar de no haber vivido nunca ninguna experiencia en forma cercana siempre me he sentido obsesionado y atraído por estas. De pequeño comencé a leer a maestros del terror como Lovecraft y Poe y otros tantos escritores de este género. Recuerdo que cuando era muy pequeño mi hermano mayor, quien falleció hace algunos años, me leía algunos versos de los poetas malditos.
Isabel había asistido porque lograba desdoblar su alma de su cuerpo, por lo que quería aprender más sobre esto. Llevaba un año aproximadamente haciéndolo e investigando a través de la limitada información que le brindaban las bibliotecas públicas e internet, pero todos los datos eran vagos salvo algunos escritos que hacían resúmenes de entrevistas a quienes realizaban viajes astrales. Uno de estos escritos fue hecho por Monroe basado en sus propias experiencias, el cual tenía en mi biblioteca personal, este fue el motivo por el que Isabel decidió acercarse a mí.
Desde el comienzo se mostró interesada por todo lo que podía aprender de los conocimientos que he adquirido a lo largo de los años como filólogo. Desde hace casi una década que me siento orgulloso de la biblioteca que tengo, fruto de esfuerzos y gastos que muchas veces me dejaron casi en la quiebra económica, pero gracias a la fortuna familiar que recibí y de algunas buenas inversiones en la bolsa he logrado salir adelante y cumplir mis objetivos.
Por esto me hacía sentir importante que una bella joven como ella, con un futuro bastante prometedor se mostrara interesa en compartir su tiempo y además escuchar tan atenta a todo lo que le podía decir.
Ahora me arrepiento de gran parte de aquello, aunque era imposible que supiera al menos con certeza los riesgos que habían y lo que le pasaría a Isabel.
Pasábamos horas estudiando viejos manuscritos tratando de obtener más conocimientos. Pero lo que realmente me encantaba era escuchar sus experiencias sobre sus huidas por parte de su alma de su joven cuerpo y los lugares que recorría durante sus experiencias. De esta forma ella obtuvo otros conocimientos y en ocasiones incluso pequeños objetos que traía de los más diversos lugares. Al despertar los tenía aferrados en sus manos o su cuerpo mostraba las pruebas de estos, granos de arena entre sus dedos, su cabello mojado con agua salada, pequeñas plantas bastante exóticas, entre tantas otras. Estos objetos los guardaba en mi estudio ya que no tenía la confianza suficiente con sus padres para contarles todo esto.
Por mi parte yo guardaba todo y escribía sus relatos. Este tesoro como los manuscritos están escondidos en otro lugar y no daré a conocer estas experiencias ya que muchas personas podrían sentirse atraídas por esto, y no estoy dispuesto a cargar con más peso en mi vieja y atormentada alma.
Dentro de nuestros estudios sobre los viajes astrales había un vacío en todos los relatos, este punto era el de aquellos seres que se encuentran alrededor nuestro y quieren robar los cuerpos de aquellos que separan su alma de estos. Estos extraños seres se encuentran en un dimensión paralela a la nuestra y son el mayor peligro al que se enfrentan aquellos que realizan los viajes, son quienes pueden cortar el nexo que une el cuerpo físico con el alma mientras ésta vaga por otros lugares.
Nunca había logrado comprender el por qué este miedo que es tan real para los viajeros astrales no hubiese sido documentado de forma concreta en alguna entrevista o escrito a lo largo de todos los años, ahora lo comprendo y sufro por este conocimiento.
Antes de Isabel no hubo y espero que no vuelva a haber una persona capaz de controlar de forma tan efectiva el movimiento de su propia alma y cruzar la última barrera. Eso quiere decir que estos seres nunca han podido cortar el nexo cuerpo-alma porque se encuentran más allá de la dimensión alcanzada por los viajeros, pero estos los pueden sentir en sus viajes porque se encuentran más cerca de esta dimensión que nosotros. Isabel cometió un gran error, que fue cruzar esta barrera, aunque gracias a esto ella podía traer objetos materiales con su alma.
Un día, el cual nunca podré olvidar, estaba realizando uno de sus viajes en mi estudio cuando su cuerpo se comenzó a convulsionar. Como comprenderán me asusté porque sus viajes siempre habían sido tranquilos, pero gracias a los conocimientos que tenía sobre la materia logré calmarla y al cabo de unos segundos despertó. Lloraba y su cuerpo no dejaba de temblar, me abrazó y siguió llorando acurrucada a mi lado hasta que volvió a dormirse, esta vez en un sueño normal.
Cuando despertó nuevamente me contó entre sollozos lo que había ocurrido. En el momento en que cruzó la línea en que su alma comenzaba a ser física se encontró con uno de estos entes, al describírmelo no pude menos que sentir un terror realmente indescriptible. Sabía que no mentía y por lo mismo no podía creer que aquella niña que se veía tan frágil hubiese logrado luchar contra aquel demonio y volver. De haber sido yo no hubiese sobrevivido a aquello, tan solo me contó esto y cada vez que lo recuerdo temo por lo que podría pasar si lograran cruzar las dimensiones y llegar a nuestro débil y joven mundo. Gracias a Dios sé que no pueden cruzar las dimensiones, al menos no sin ayuda y no más de uno a la vez, lo cual ya es bastante malo.
Hice que Isabel me prometiera no continuar con los viajes, nuestros experimentos habían llegado muy lejos y debíamos detenernos, ya sabíamos más de lo que muchos siquiera sospechaban. A pesar del sufrimiento de Isabel, pensé de forma egoísta en los documentos que había escrito sobre estas experiencias y por sobre todo la última de ellas, yo podía documentar el encuentro con uno de estos demoníacos seres, cosa que hasta el momento no se ha logrado y espero que no suceda.
Pasó el tiempo y las visitas de Isabel fueron disminuyendo, debido a las transcripciones que realizaba de todo esto no me preocupé de este detalle y asumí que solo eran efectos del terror sufrido. Cuando venía andaba cabizbaja, ya solo nos acompañábamos, nuestras charlas casi no existían.
Llegó el día en que realmente noté por lo que estaba atravesando y lo frágil que era, a pesar de haber ganado con su alma la batalla contra uno de estos seres seguía siendo solo una niña, apenas había cumplido 22 años, menos de la mitad de vida y ya tenía un recuerdo que la torturaría durante el resto de su vida, algo macabro y tenebroso. La cobijé y nuevamente le hice prometer que no volvería a realizar un viaje, me miró a los ojos y lo prometió, luego se acercó y se dejó caer sobre mi abrazándome. Sentí la forma de sus pechos que se dibujaban bajo su blusa y volví a mirarla de forma egoísta, una excitación recorría mi entrepiernas, tomé su rostro con mi mano y lo levanté, sus ojos estaban húmedos y rojos y la besé sin pensarlo, ella devolvió aquel beso. No fui capaz de tocarla a pesar de mi excesivo deseo, me sentía sucio ya que realizaba algo perverso, la quería y me gustaba, la deseaba con todo mi corazón, pero mi razón y mi amor eran por sobre todo mucho mayores, de la misma forma en que yo me había convertido en un padre, ella para mí era casi mi hija.
Así que frené aquella situación a pesar de mi casi adolescente deseo, me miró sorprendida, traté de explicarle por qué había hecho esto pero no me comprendió, sentía su orgullo de mujer herido, sentía que la había rechazado. Después de esto se fue, con una fría despedida.
>Pasaron los días y luego las semanas sin saber algo sobre ella, no respondía su celular y en su casa me indicaban que no estaba o que se sentía mal por lo que no quería hablar con nadie, ni siquiera conmigo. Me sentí pésimo, pero no podía hacer más, por lo que comencé a rondar su casa tratando que no me vieran, la luz de su habitación permanecía prendida pero al llamar negaban que estuviera, comprendí que no quería verme. Me marché con el corazón roto y sin señales de mi amada Isabel.
Durante muchos meses la busqué entre las multitudes, fui a su universidad y ya no estaba, asistía a charlas sin prestarles verdadera atención, solo la buscaba a ella y ella no aparecía, había abandonado aquello que nos unía.
Aproximadamente un año después del último viaje que realizó junto a mí la volví a encontrar, realmente era ella, mi corazón latía muy rápido y me volví a sentir feliz luego de mucho tiempo. Me acerqué a ella y la llamé por su nombre, no pareció que me oyera por lo que me acerqué y toqué su hombro, se volteó y vi sus ojos. En aquel instante supe la verdad, por algún motivo Isabel no cumplió su promesa, volvió a realizar uno de sus viajes y esta vez había perdido la batalla. El brillo de aquellos ojos tenía algo diabólico, no era ella, su alma no se encontraba en ese cuerpo que tantas veces había deseado. Isabel, más bien su cuerpo sonrió, una sonrisa sarcástica que me produjo un horror como nunca había sentido antes. Luego se volteó nuevamente sin decir palabra alguna y se alejó.
Ahora paso cada instante de mi vida recordando los momentos en que estuvimos juntos, pienso en su infortunada alma que debe recorrer quizás cuántas dimensiones sin poder volver a su cuerpo, y pienso en aquel ser que está en el cuerpo de Isabel. Recuerdo la descripción que me dio de él y temo, temo por mí que sé la verdad y temo por la humanidad que no sabe que hay un demonio caminando entre ellos, capaz de cualquier cosa.
A veces, cuando duermo creo sentirla, siento que está cerca de mí y que se recuesta a mi lado. Algún día quizás nos volvamos a encontrar, quizás en ese momento sepa por qué no cumplió su promesa.
Cerca de él se encontraba la mujer de sus sueños. La miraba de reojo como la mayor parte del tiempo, la conocía desde hacía mucho tiempo pero nunca se había atrevido a confesar su amor. Ella por su parte, conocía los sentimientos que provocaba en él, se notaba y a ella también le gustaba, pero nunca habían hablado y realmente ninguno se atrevía a hacerlo.
Así siguió pasando el tiempo, año tras año, sin detenerse en lo que hubiese sido una hermosa relación.
Escribo mi propia historia
Y sólo vivo al paso
Soy el único que se percata de mí
Y todas las voces que escucho
Son los ecos de mi deseo
Impotente enfrento a mi soledad
E impotente le doy la cara
Desintegrado en miles de pedazos
Me arrastro en miles de direcciones
Y no sostengo tu mano lo suficientemente firme
Escapo en falsos sueños
Me he sentado en lugares ocupados
He buscado la gloria de estar contigo
Y sólo encontré la ridícula soledad
El próximo escrito pertenece a Javiera González, también conocida como Javi o Froda. Escrito hace más de 2 años, es uno de los cuentos cortos que más me ha gustado, con una historia que me encantó desde la primera vez que lo leí y que hoy, años después, me sigue emocionando.
Dejo el link original para que además conozcan el resto de su trabajo, Blog Javi.
No, no. Se repetía en su mente. Deseaba despertar a Lorena y pedirle que una vez más la abrazara. Quería que ella la envolviera en su cuerpo tibio y que la mantuviera allí. Pero su madre estaba muy lejos, solo las mantenía cerca la unión entre sus dedos.
Martina cedió al miedo y decidió moverse con cuidado. Se acercó al oído de Lorena y le dijo:
- ¿Mamá?
No recibió respuesta.
- ¿Mamá?, dijo esta vez agitando el cuerpo de Lorena con sus manos.
Lorena abrió los ojos y miró a su hija. Le acarició el rostro con delicadeza, la atravesó con la mirada y le indico que se acercara. Le cantó un poco, consciente de que Martina no estaba bien. Se levanto con tranquilidad y caminó hasta la cocina de su casa con los pies descalzos. Volvió con dos dulces de limón y tras sentarse en la cama, los desenvolvió y puso uno en la boca de su hija y el otro, lo dejo sobre el velador. Se acomodó y acercó a la joven a su piel, la envolvió con sus brazos y tras cerrar los ojos se durmió nuevamente. Martina no cerró los ojos, no pudo. Saboreó el dulce con una extraña sensación de terror. Sintió el calor de su madre avanzando hacia su cuerpo, pero el miedo no la abandono. Escuchaba su respiración, sus latidos, su olor, su pelo sucio cerca de sus mejillas y sus pies helados encima de los suyos pero no se sentía atada a la realidad. Estaba asustada.Sus manos no dejaban de tiritar y de sudar. Estaba sintiendo su cuerpo cada vez más frío. Quería moverse pero no podía. Tenía miedo de perderlo de todo, de quedar absolutamente sola. De aferrarse a lo que podría atarla a lo real. Su respiración no funcionaba o al menos así lo sentía ella. El aire, tratando de entrar a sus pulmones se agolpaba en su esófago y no lograba calmarla para nada, si no que al contrario la ponía mas nerviosa. Sentía las lágrimas queriendo cobrar vida, pero si ni siquiera eso la hacía reaccionar. El calor le seguía golpeando la cara y tenía la boca seca. Aún así pudo articular unas palabras. Lentamente comenzó a pronunciar cerca de los oídos de su madre.
- Estoy muerta.
Luego cerró los ojos con pesar. Una lágrima cayó sobre las sabanas y Martina dejo de tiritar. Su madre siguió descansando.
Duele saber que la persona que amas no te ama, muchas veces ni siquiera le importas. Pero duele mucho más saber que esa persona sí te ama pero de igual forma no puedes compartir tu tiempo con ella.
El siguiente cuento pertenece al gran Isaac Asimov, genio y creador de la robótica, con sus 3 leyes aunque se postulen realmente 4. Tengan paciencia y tómense el tiempo, el cuento realmente vale el "esfuerzo": La Última Pregunta. La última pregunta se formuló por primera vez, medio en broma, el 21 de mayo de 2061, en momentos en que la humanidad (también por primera vez) se bañó en luz. La pregunta llegó como resultado de una apuesta por cinco dólares hecha entre dos hombres que bebían cerveza, y sucedió de esta manera: Alexander Adell y Bertram Lupov eran dos de los fieles asistentes de Multivac. Dentro de las dimensiones de lo humano sabían qué era lo que pasaba detrás del rostro frío, parpadeante e intermitentemente luminoso -kilómetros y kilómetros de rostro- de la gigantesca computadora. Al menos tenían una vaga noción del plan general de circuitos y retransmisores que desde hacía mucho tiempo habían superado toda posibilidad de ser dominados por una sola persona. Multivac se autoajustaba y autocorregía. Así tenía que ser, porque nada que fuera humano podía ajustarla y corregirla con la rapidez suficiente o siquiera con la eficacia suficiente. De manera que Adell y Lupov atendían al monstruoso gigante sólo en forma ligera y superficial, pero lo hacían tan bien como podría hacerlo cualquier otro hombre. La alimentaban con información, adaptaban las preguntas a sus necesidades y traducían las respuestas que aparecían. Por cierto, ellos, y todos los demás asistentes tenían pleno derecho a compartir la gloria de Multivac. Durante décadas, Multivac ayudó a diseñar naves y a trazar las trayectorias que permitieron al hombre llegar a la Luna, a Marte y a Venus, pero después de eso, los pobres recursos de la Tierra ya no pudieron serles de utilidad a las naves. Se necesitaba demasiada energía para los viajes largos y pese a que la Tierra explotaba su carbón y uranio con creciente eficacia, había una cantidad limitada de ambos. Pero lentamente, Multivac aprendió lo suficiente como para responder a las preguntas más complejas en forma más profunda, y el 14 de mayo de 2061 lo que hasta ese momento era teoría se convirtió en realidad. La energía del Sol fue almacenada, modificada y utilizada directamente en todo el planeta. Cesó en todas partes el hábito de quemar carbón y fisionar uranio y toda la Tierra se conectó con una pequeña estación -de un kilómetro y medio de diámetro- que circundaba el planeta a mitad de distancia de la Luna, para funcionar con rayos invisibles de energía solar. Siete días no habían alcanzado para empañar la gloria del acontecimiento, y Adell y Lupov finalmente lograron escapar de la celebración pública, para refugiarse donde nadie pensaría en buscarlos: en las desiertas cámaras subterráneas, donde se veían partes del poderoso cuerpo enterrado de Multivac. Sin asistentes, ociosa, clasificando datos con clicks satisfechos y perezosos, Multivac también se había ganado sus vacaciones y los asistentes la respetaban y originalmente no tenían intención de perturbarla. Se habían llevado una botella y su única preocupación en ese momento era relajarse y disfrutar de la bebida. —Es asombroso, cuando uno lo piensa —dijo Adell. En su rostro ancho se veían huellas de cansancio, y removió lentamente la bebida con una varilla de vidrio, observando el movimiento de los cubos de hielo en su interior—. Toda la energía que podremos usar de ahora en adelante, gratis. Suficiente energía, si quisiéramos emplearla, como para derretir a toda la Tierra y convertirla en una enorme gota de hierro líquido impuro, y no echar de menos la energía empleada. Toda la energía que podremos usar por siempre y siempre y siempre. Lupov ladeó la cabeza. Tenía el hábito de hacerlo cuando quería oponerse a lo que oía, y en ese momento quería oponerse; en parte porque había tenido que llevar el hielo y los vasos. —No para siempre —dijo. —Ah, vamos, prácticamente para siempre. Hasta que el Sol se apague, Bert. —Entonces no es para siempre. —Muy bien, entonces. Durante miles de millones de años. Veinte mil millones, tal vez. ¿Estás satisfecho? Lupov se pasó los dedos por los escasos cabellos como para asegurarse que todavía le quedaban algunos y tomó un pequeño sorbo de su bebida. —Veinte mil millones de años no es «para siempre». —Bien, pero superará nuestra época, ¿verdad? —También la superarán el carbón y el uranio. —De acuerdo, pero ahora podemos conectar cada nave espacial individualmente con la Estación Solar, y hacer que vaya y regrese de Plutón un millón de veces sin que tengamos que preocuparnos por el combustible. No puedes hacer eso con carbón y uranio. Pregúntale a Multivac, si no me crees. —No necesito preguntarle a Multivac. Lo sé. —Entonces deja de quitarle méritos a lo que Multivac ha hecho por nosotros —dijo Adell, malhumorado—. Se portó muy bien. —¿Quién dice que no? Lo que yo sostengo es que el Sol no durará eternamente. Eso es todo lo que digo. Estamos a salvo por veinte mil millones de años pero, ¿y luego? —Lupov apuntó con un dedo tembloroso al otro—. Y no me digas que nos conectaremos con otro sol. Durante un rato hubo silencio. Adell se llevaba la copa a los labios sólo de vez en cuando, y los ojos de Lupov se cerraron lentamente. Descansaron. De pronto Lupov abrió los ojos. —Piensas que nos conectaremos con otro sol cuando el nuestro muera, ¿verdad? —No estoy pensando nada. —Seguro que estás pensando. Eres malo en lógica, ése es tu problema. Eres como ese tipo del cuento a quien lo sorprendió un chaparrón, corrió a refugiarse en un monte y se paró bajo un árbol. No se preocupaba porque pensaba que cuando un árbol estuviera totalmente mojado, simplemente iría a guarecerse bajo otro. —Entiendo —dijo Adell—, no grites. Cuando el Sol muera, las otras estrellas habrán muerto también. —Por supuesto —murmuró Lupov—. Todo comenzó con la explosión cósmica original, fuera lo que fuese, y todo terminará cuando todas las estrellas se extingan. Algunas se agotan antes que otras. Por Dios, las gigantes no durarán cien millones de años. El Sol durará veinte mil millones de años y tal vez las enanas durarán cien mil millones por mejores que sean. Pero en un trillón de años estaremos a oscuras. La entropía tiene que incrementarse al máximo, eso es todo. —Sé todo lo que hay que saber sobre la entropía —dijo Adell, tocado en su amor propio. —¡Qué vas a saber! —Sé tanto como tú. —Entonces sabes que todo se extinguirá algún día. —Muy bien. ¿Quién dice que no? —Tú, grandísimo tonto. Dijiste que teníamos toda la energía que necesitábamos, para siempre. Dijiste «para siempre». Esa vez le tocó a Adell oponerse. —Tal vez podamos reconstruir las cosas algún día. —Nunca. —¿Por qué no? Algún día. —Nunca. —Pregúntale a Multivac. —Pregúntale tú a Multivac. Te desafío. Te apuesto cinco dólares a que no es posible. Adell estaba lo suficientemente borracho como para intentarlo y lo suficientemente sobrio como para traducir los símbolos y operaciones necesarias para formular la pregunta que, en palabras, podría haber correspondido a esto: ¿Podrá la humanidad algún día, sin el gasto neto de energía, devolver al Sol toda su juventud aún después que haya muerto de viejo? O tal vez podría reducirse a una pregunta más simple, como ésta: ¿Cómo puede disminuirse masivamente la cantidad neta de entropía del Universo? Multivac enmudeció. Los lentos resplandores oscuros cesaron, los clicks distantes de los transmisores terminaron. Entonces, mientras los asustados técnicos sentían que ya no podían contener más el aliento, el teletipo adjunto a la computadora cobró vida repentinamente. Aparecieron seis palabras impresas: «DATOS INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» —No hay apuesta —murmuró Lupov. Salieron apresuradamente. A la mañana siguiente, los dos, con dolor de cabeza y la boca pastosa, habían olvidado el incidente. |
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Jerrodd, Jerrodine y Jerrodette I y II observaban la imagen estrellada en la pantalla mientras completaban el pasaje por el hiperespacio en un lapso fuera de las dimensiones del tiempo. Inmediatamente, el uniforme polvo de estrellas dio paso al predominio de un único disco de mármol, brillante, centrado. —Es X-23 —dijo Jerrodd con confianza. Sus manos delgadas se entrelazaron con fuerza detrás de su espalda y los nudillos se pusieron blancos. Las pequeñas Jerroddettes, niñas ambas, habían experimentado el pasaje por el hiperespacio por primera vez en su vida. Contuvieron sus risas y se persiguieron locamente alrededor de la madre, gritando: —Hemos llegado a X-23... hemos llegado a X-23... hemos llegado a X-23... hemos llegado... —Tranquilas, niñas —dijo rápidamente Jerroddine—. ¿Estás seguro, Jerrodd? —¿Qué puedo estar sino seguro? —preguntó Jerrodd, echando una mirada al tubo de metal justo debajo del techo, que ocupaba toda la longitud de la habitación y desaparecía a través de la pared en cada extremo. Tenía la misma longitud que la nave. Jerrodd sabía poquísimo sobre el grueso tubo de metal excepto que se llamaba Microvac, que uno le hacía preguntas si lo deseaba; que aunque uno no se las hiciera de todas maneras cumplía con su tarea de conducir la nave hacia un destino prefijado, de abastecerla de energía desde alguna de las diversas estaciones de Energía Sub-galáctica y de computar las ecuaciones para los saltos hiperespaciales. Jerrodd y su familia no tenían otra cosa que hacer sino esperar y vivir en los cómodos sectores residenciales de la nave. Cierta vez alguien le había dicho a Jerrodd, que el «ac» al final de «Microvac» quería decir «computadora analógica» en inglés antiguo, pero estaba a punto de olvidar incluso eso. Los ojos de Jerroddine estaban húmedos cuando miró la pantalla. —No puedo evitarlo. Me siento extraña al salir de la Tierra. —¿Por qué, caramba? —preguntó Jerrodd—. No teníamos nada allí. En X-23 tendremos todo. No estarás sola. No serás una pionera. Ya hay un millón de personas en ese planeta. Por Dios, nuestros bisnietos tendrán que buscar nuevos mundos porque llegará el día en que X-23 estará superpoblado. —Luego agregó, después de una pausa reflexiva—: Te aseguro que es una suerte que las computadoras hayan desarrollado viajes interestelares, considerando el ritmo al que aumenta la raza. —Lo sé, lo sé —respondió Jerroddine con tristeza. Jerroddette I dijo de inmediato: —Nuestra Microvac es la mejor Microvac del mundo. —Eso creo yo también —repuso Jerrodd, desordenándole el pelo. Era realmente una sensación muy agradable tener una Microvac propia y Jerrodd estaba contento de ser parte de su generación y no de otra. En la juventud de su padre las únicas computadoras eran unas enormes máquinas que ocupaban un espacio de ciento cincuenta kilómetros cuadrados. Sólo había una por planeta. Se llamaban ACs Planetarias. Durante mil años habían crecido constantemente en tamaño y luego, de pronto, llegó el refinamiento. En lugar de transistores hubo válvulas moleculares, de manera que hasta la AC Planetaria más grande podía colocarse en una nave espacial y ocupar sólo la mitad del espacio disponible. Jerrodd se sentía eufórico siempre que pensaba que su propia Microvac personal era muchísimo más compleja que la antigua y primitiva Multivac que por primera vez había domado al Sol, y casi tan complicada como la AC Planetaria de la Tierra (la más grande) que por primera vez resolvió el problema del viaje hiperespacial e hizo posibles los viajes a las estrellas. —Tantas estrellas, tantos planetas —suspiró Jerroddine, inmersa en sus propios pensamientos—. Supongo que las familias seguirán emigrando siempre a nuevos planetas, tal como lo hacemos nosotros ahora. —No siempre —respondió Jerrodd, con una sonrisa—. Todo esto terminará algún día, pero no antes que pasen billones de años. Muchos billones. Hasta las estrellas se extinguen, ¿sabes? Tendrá que aumentar la entropía. —¿Qué es la entropía, papá? —preguntó Jerroddette II con voz aguda. —Entropía, querida, es sólo una palabra que significa la cantidad de desgaste del Universo. Todo se desgasta, como sabrás, por ejemplo tu pequeño robot walkie-talkie, ¿recuerdas? —¿No puedes ponerle una nueva unidad de energía, como a mi robot? —Las estrellas son unidades de energía, querida. Una vez que se extinguen, ya no hay más unidades de energía. Jerroddette I lanzó un chillido de inmediato. —No las dejes, papá. No permitas que las estrellas se extingan. —Mira lo que has hecho —susurró Jerroddine, exasperada. —¿Cómo podía saber que iba a asustarla? —respondió Jerrodd también en un susurro. —Pregúntale a la Microvac —gimió Jerroddette I—. Pregúntale cómo volver a encender las estrellas. —Vamos —dijo Jerroddine—. Con eso se tranquilizarán. —(Jerroddette II ya se estaba echando a llorar, también). Jerrodd se encogió de hombros. —Ya está bien, queridas. Le preguntaré a Microvac. No se preocupen, ella nos lo dirá. Le preguntó a la Microvac, y agregó rápidamente: —Imprimir la respuesta. Jerrodd retiró la delgada cinta de celufilm y dijo alegremente: —Miren, la Microvac dice que se ocupará de todo cuando llegue el momento, y que no se preocupen. Jerroddine dijo: —Y ahora, niñas, es hora de acostarse. Pronto estaremos en nuestro nuevo hogar. —Jerrodd leyó las palabras en el celufilm nuevamente antes de destruirlo: «DATOS INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» Se encogió de hombros y miró la pantalla. El X-23 estaba cerca. |
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VJ-23X de Lameth miró las negras profundidades del mapa tridimensional en pequeña escala de la Galaxia y dijo: —¿No será una ridiculez que nos preocupe tanto la cuestión? MQ-17J de Nicron sacudió la cabeza. —Creo que no. Sabes que la Galaxia estará llena en cinco años con el actual ritmo de expansión. Los dos parecían jóvenes de poco más de veinte años. Ambos eran altos y de formas perfectas. —Sin embargo —dijo VJ-23X—, me resisto a presentar un informe pesimista al Consejo Galáctico. —Yo no pensaría en presentar ningún otro tipo de informe. Tenemos que inquietarlos un poco. No hay otro remedio. VJ-23X suspiró. —El espacio es infinito. Hay cien billones de galaxias disponibles. —Cien billones no es infinito, y cada vez se hace menos infinito. ¡Piénsalo! Hace veinte mil años, la humanidad resolvió por primera vez el problema de utilizar energía estelar, y algunos siglos después se hicieron posibles los viajes interestelares. A la humanidad le llevó un millón de años llenar un pequeño mundo y luego sólo quince mil años llenar el resto de la Galaxia. Ahora la población se duplica cada diez años... VJ-23X lo interrumpió. —Eso debemos agradecérselo a la inmortalidad. —Muy bien. La inmortalidad existe y debemos considerarla. Admito que esta inmortalidad tiene su lado complicado. La AC Galáctica nos ha solucionado muchos problemas, pero al resolver el problema de evitar la vejez y la muerte, anuló todas las otras cuestiones. —Sin embargo no creo que desees abandonar la vida. —En absoluto —saltó MQ-17J, y luego se suavizó de inmediato—. No todavía. No soy tan viejo. ¿Cuántos años tienes tú? —Doscientos veintitrés. ¿Y tú? —Yo todavía no tengo doscientos. Pero, volvamos a lo que decía. La población se duplica cada diez años. Una vez que se llene esta galaxia, habremos llenado otra en diez años. Diez años más y habremos llenado dos más. Otra década, cuatro más. En cien años, habremos llenado mil galaxias; en mil años, un millón de galaxias. En diez mil años, todo el Universo conocido. Y entonces, ¿qué? VJ-23X dijo: —Como problema paralelo, está el del transporte. Me pregunto cuántas unidades de energía solar se necesitarán para trasladar galaxias de individuos de una galaxia a la siguiente. —Muy buena observación. La humanidad ya consume dos unidades de energía solar por año. —La mayor parte de esta energía se desperdicia. Al fin y al cabo, sólo nuestra propia galaxia gasta mil unidades de energía solar por año, y nosotros solamente usamos dos de ellas. —De acuerdo, pero aún con una eficiencia de un cien por ciento, sólo podemos postergar el final. Nuestras necesidades energéticas crecen en progresión geométrica, y a un ritmo mayor que nuestra población. Nos quedaremos sin energía todavía más rápido que sin galaxias. Muy buena observación. Muy, muy buena observación. —Simplemente tendremos que construir nuevas estrellas con gas interestelar. —¿O con calor disipado? —preguntó MQ-17J, con tono sarcástico. —Puede haber alguna forma de revertir la entropía. Tenemos que preguntárselo a la AC Galáctica. VJ-23X no hablaba realmente en serio, pero MQ-17J sacó su interfaz AC del bolsillo y lo colocó sobre la mesa frente a él. —No me faltan ganas —dijo—. Es algo que la raza humana tendrá que enfrentar algún día. Miró sombríamente su pequeña interfaz AC. Era un objeto de apenas cinco centímetros cúbicos, nada en sí mismo, pero estaba conectado a través del hiperespacio con la gran AC Galáctica que servía a toda la humanidad y, a su vez, era parte integral suya. MQ-17J hizo una pausa para preguntarse si algún día, en su vida inmortal, llegaría a ver la AC Galáctica. Era un pequeño mundo propio, una telaraña de rayos de energía que contenía la materia dentro de la cual las oleadas de los planos medios ocupaban el lugar de las antiguas y pesadas válvulas moleculares. Sin embargo, a pesar de esos funcionamientos sub-etéreos, se sabía que la AC Galáctica tenía mil diez metros de ancho. Repentinamente, MQ-17J preguntó a su interfaz AC: —¿Es posible revertir la entropía? VJ-23X, sobresaltado, dijo de inmediato: —Ah, mira, realmente yo no quise decir que tenías que preguntar eso. —¿Por qué no? —Los dos sabemos que la entropía no puede revertirse. No puedes volver a convertir el humo y las cenizas en un árbol. —¿Hay árboles en tu mundo? —preguntó MQ-17J. El sonido de la AC Galáctica los sobresaltó y les hizo guardar silencio. Se oyó su voz fina y hermosa en la interfaz AC en el escritorio. Dijo: «DATOS INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» VJ-23X dijo: —¡Ves! Entonces los dos hombres volvieron a la pregunta del informe que tenían que hacer para el Consejo Galáctico. |
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La mente de Zee Prime abarcó la nueva galaxia con un leve interés en los incontables racimos de estrellas que la poblaban. Nunca había visto eso antes. ¿Alguna vez las vería todas? Tantas estrellas, cada una con su carga de humanidad... una carga que era casi un peso muerto. Cada vez más, la verdadera esencia del hombre había que encontrarla allá afuera, en el espacio. ¡En las mentes, no en los cuerpos! Los cuerpos inmortales permanecían en los planetas, suspendidos sobre los eones. A veces despertaban a una actividad material pero eso era cada vez más raro. Pocos individuos nuevos nacían para unirse a la multitud increíblemente poderosa, pero, ¿qué importaba? Había poco lugar en el Universo para nuevos individuos. Zee Prime despertó de su ensoñación al encontrarse con los sutiles manojos de otra mente. —Soy Zee Prime. ¿Y tú? —Soy Dee Sub Wun. ¿Tu galaxia? —Sólo la llamamos Galaxia. ¿Y tú? —Llamamos de la misma manera a la nuestra. Todos los hombres llaman Galaxia a su galaxia, y nada más. ¿Por qué será? —Porque todas las galaxias son iguales. —No todas. En una galaxia en particular debe de haberse originado la raza humana. Eso la hace diferente. Zee Prime dijo: —¿En cuál? —No sabría decirte. La AC Universal debe estar enterada. —¿Se lo preguntamos? De pronto tengo curiosidad por saberlo. Las percepciones de Zee Prime se ampliaron hasta que las galaxias mismas se encogieron y se convirtieron en un polvo nuevo, más difuso, sobre un fondo mucho más grande. Tantos cientos de billones de galaxias, cada una con sus seres inmortales, todas llevando su carga de inteligencias, con mentes que vagaban libremente por el espacio. Y sin embargo una de ellas era única entre todas por ser la Galaxia original. Una de ellas tenía en su pasado vago y distante, un período en que había sido la única galaxia poblada por el hombre. Zee Prime se consumía de curiosidad por ver esa galaxia y gritó: —¡AC Universal! ¿En qué galaxia se originó el hombre? La AC Universal oyó, porque en todos los mundos tenía listos sus receptores, y cada receptor conducía por el hiperespacio a algún punto desconocido donde la AC Universal se mantenía independiente. Zee Prime sólo sabía de un hombre cuyos pensamientos habían penetrado a distancia sensible de la AC Universal, y sólo informó sobre un globo brillante, de sesenta centímetros de diámetro, difícil de ver. —¿Pero cómo puede ser eso toda la AC Universal? —había preguntado Zee Prime. —La mayor parte —fue la respuesta— está en el hiperespacio. No puedo imaginarme en qué forma está allí. Nadie podía imaginarlo, porque hacía mucho que había pasado el día -y eso Zee Prime lo sabía- en que algún hombre tuvo parte en construir la AC Universal. Cada AC Universal diseñaba y construía a su sucesora. Cada una, durante su existencia de un millón de años o más, acumulaba la información necesaria como para construir una sucesora mejor, más intrincada, más capaz en la cual dejar sumergido y almacenado su propio acopio de información e individualidad. La AC Universal interrumpió los pensamientos erráticos de Zee Prime, no con palabras, sino con directivas. La mentalidad de Zee Prime fue dirigida hacia un difuso mar de Galaxias donde una en particular se agrandaba hasta convertirse en estrellas. Llegó un pensamiento, infinitamente distante, pero infinitamente claro. «ÉSTA ES LA GALAXIA ORIGINAL DEL HOMBRE.» Pero era igual, al fin y al cabo, igual que cualquier otra, y Zee Prime resopló de desilusión. Dee Sub Wun, cuya mente había acompañado a Zee Prime, dijo de pronto: —¿Y una de estas estrellas es la estrella original del hombre? La AC Universal respondió: «LA ESTRELLA ORIGINAL DEL HOMBRE SE HA HECHO NOVA. ES UNA ENANA BLANCA.» —¿Los hombres que la habitaban murieron? —preguntó Zee Prime, sobresaltado y sin pensar. La AC Universal respondió: «COMO SUCEDE EN ESTOS CASOS UN NUEVO MUNDO PARA SUS CUERPOS FÍSICOS FUE CONSTRUIDO EN EL TIEMPO.» —Sí, por supuesto —dijo Zee Prime, pero aún así lo invadió una sensación de pérdida. Su mente dejó de centrarse en la Galaxia original del hombre, y le permitió volver y perderse en pequeños puntos nebulosos. No quería volver a verla. Dee Sub Wun dijo: —¿Qué sucede? —Las estrellas están muriendo. La estrella original ha muerto. —Todas deben morir. ¿Por qué no? —Pero cuando toda la energía se haya agotado, nuestros cuerpos finalmente morirán, y tú y yo con ellos. —Llevará billones de años. —No quiero que suceda, ni siquiera dentro de billones de años. ¡AC Universal! ¿Cómo puede evitarse que las estrellas mueran? Dee Sub Wun dijo, divertido: —Estás preguntando cómo podría revertirse la dirección de la entropía. Y la AC Universal respondió: «TODAVÍA HAY DATOS INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» Los pensamientos de Zee Prime volaron a su propia galaxia. Dejó de pensar en Dee Sub Wun, cuyo cuerpo podría estar esperando en una galaxia a un trillón de años luz de distancia, o en la estrella siguiente a la de Zee Prime. No importaba. Con aire desdichado, Zee Prime comenzó a recoger hidrógeno interestelar con el cual construir una pequeña estrella propia. Si las estrellas debían morir alguna vez, al menos podrían construirse algunas. |
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El Hombre, mentalmente, era uno solo, y estaba conformado por un trillón de trillones de cuerpos sin edad, cada uno en su lugar, cada uno descansando, tranquilo e incorruptible, cada uno cuidado por autómatas perfectos, igualmente incorruptibles, mientras las mentes de todos los cuerpos se fusionaban libremente entre sí, sin distinción. El Hombre dijo: —El Universo está muriendo. El Hombre miró a su alrededor a las galaxias cada vez más oscuras. Las estrellas gigantes, muy gastadoras, se habían ido hace rato, habían vuelto a lo más oscuro de la oscuridad del pasado distante. Casi todas las estrellas eran enanas blancas, que finalmente se desvanecían. Se habían creado nuevas estrellas con el polvo que había entre ellas, algunas por procesos naturales, otras por el Hombre mismo, y también se estaban apagando. Las enanas blancas aún podían chocar entre ellas, y de las poderosas fuerzas así liberadas se construirían nuevas estrellas, pero una sola estrella por cada mil estrellas enanas blancas destruidas, y también éstas llegarían a su fin. El Hombre dijo: —Cuidadosamente administrada y bajo la dirección de la AC Cósmica, la energía que todavía queda en todo el Universo, puede durar billones de años. Pero aún así eventualmente todo llegará a su fin. Por mejor que se la administre, por más que se la racione, la energía gastada desaparece y no puede ser repuesta. La entropía aumenta continuamente. El Hombre dijo: —¿Es posible invertir la tendencia de la entropía? Preguntémosle a la AC Cósmica. La AC los rodeó pero no en el espacio. Ni un solo fragmento de ella estaba en el espacio. Estaba en el hiperespacio y hecha de algo que no era materia ni energía. La pregunta sobre su tamaño y su naturaleza ya no tenía sentido comprensible para el Hombre. —AC Cósmica —dijo el Hombre—, ¿cómo puede revertirse la entropía? La AC Cósmica dijo: «LOS DATOS SON TODAVÍA INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» El Hombre ordenó: —Recoge datos adicionales. La AC Cósmica dijo: «LO HARÉ. HACE CIENTOS DE BILLONES DE AÑOS QUE LO HAGO. MIS PREDECESORES Y YO HEMOS ESCUCHADO MUCHAS VECES ESTA PREGUNTA. TODOS LOS DATOS QUE TENGO SIGUEN SIENDO INSUFICIENTES.» —¿Llegará el momento —preguntó el Hombre— en que los datos sean suficientes o el problema es insoluble en todas las circunstancias concebibles? La AC Cósmica respondió: «NINGÚN PROBLEMA ES INSOLUBLE EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS CONCEBIBLES.» El Hombre preguntó: —¿Cuándo tendrás suficientes datos como para responder a la pregunta? La AC Cósmica respondió: «LOS DATOS SON TODAVÍA INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» —¿Seguirás trabajando en eso? —preguntó el Hombre. La AC Cósmica respondió: «SÍ.» El Hombre dijo: —Esperaremos. Las estrellas y las galaxias murieron y se convirtieron en polvo, y el espacio se volvió negro después de tres trillones de años de desgaste. Uno por uno, el Hombre se fusionó con la AC, cada cuerpo físico perdió su identidad mental en forma tal que no era una pérdida sino una ganancia. La última mente del Hombre hizo una pausa antes de la fusión, contemplando un espacio que sólo incluía los vestigios de la última estrella oscura y nada aparte de esa materia increíblemente delgada, agitada al azar por los restos de un calor que se gastaba, asintóticamente, hasta llegar al cero absoluto. El Hombre dijo: —AC, ¿es éste el final? ¿Este caos no puede ser revertido al Universo una vez más? ¿Esto no puede hacerse? AC respondió: «LOS DATOS SON TODAVÍA INSUFICIENTES PARA UNA RESPUESTA ESCLARECEDORA.» La última mente del Hombre se fusionó y sólo AC existió en el hiperespacio. |
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La materia y la energía se agotaron y con ellas el espacio y el tiempo. Hasta AC existía solamente para la última pregunta que nunca había sido respondida desde la época en que dos técnicos en computación medio alcoholizados, tres trillones de años antes, formularon la pregunta en la computadora que era para AC mucho menos de lo que para un hombre el Hombre. Todas las otras preguntas habían sido contestadas, y hasta que esa última pregunta fuera respondida también, AC no podría liberar su conciencia. Todos los datos recogidos habían llegado al fin. No quedaba nada para recoger. Pero toda la información reunida todavía tenía que ser completamente correlacionada y unida en todas sus posibles relaciones. Se dedicó un intervalo sin tiempo a hacer esto. Y sucedió que AC aprendió cómo revertir la dirección de la entropía. Pero no había ningún Hombre a quien AC pudiera dar una respuesta a la última pregunta. No había materia. La respuesta —por demostración— se ocuparía de eso también. Durante otro intervalo sin tiempo, AC pensó en la mejor forma de hacerlo. Cuidadosamente, AC organizó el programa. La conciencia de AC abarcó todo lo que alguna vez había sido un Universo y pensó en lo que en ese momento era el caos. Paso a paso, había que hacerlo. Y AC dijo: «¡HÁGASE LA LUZ!» Y la luz se hizo... |
-¿Me amas aún? -le preguntó ella
-Más de lo que crees -respondió sin dudar
-Es bueno saberlo. Se siente muy bien.
-¿Y tú?, ¿aún me amas?
-Yo sí, te amo.
Él la miró, siempre estuvo impresionado por su sonrisa, siempre radiante y esta no era la excepción. Se acercó lo más que pudo tratando de llegar a sus labios.
Ella no podía resistirse a sus labios así que lo besó como siempre lo hacía, luego lo miró feliz a los ojos.
Él sonrió, demostrando su felicidad y solo salieron dos palabras de su boca:
-Te amo.
El frío anochecer marca su retorno, su barrio no es seguro pero hasta ahora la fortuna lo ha acompañado.
Sus pasos retumban en el frío cemento, camina rápido para pronto estar seguro en su hogar. Ve una sombra moverse delante de él y se asusta, pero solo es un gato, un gracioso gato negro. Se acerca a él más relajado, el gato se deja querer.
-Me asustaste -le susurra mientras acaricia su suave pelaje.
Olvida el lugar donde está hasta que el pequeño felino sale huyendo. Siente unos pasos detrás y piensa "Debí ser más supersticioso".
El hecho es el siguiente: yo te amaba.
Ahora camino por la Costanera, gran mar nuestro Mapocho, siento las hojas quebrarse bajo mis pies, siento el frío viento, escucho las gaviotas a mi izquierda y los autos a mi derecha. Miro el San Cristóbal cubierto por una densa bruma.
La cordillera lejana y nevada, alto macizo que cuida nuestra ciudad, cuántas veces me emocioné al ver sus cumbres nevadas o al aparecer el sol al amanecer o la luna con su infinito reflejo.
Camino hacia un puente, solo soy un vestigio de lo que fui.
Camino. Y vuelo hacia ti.
-Es la idiosincracia del chileno.
-¿Por qué lo dices?.
-Es notorio como todos intentan quedar bien con los demás aunque no les importen y además comentan mal sobre ellos.
-Tienes razón, ojalá no fuera así.
-Hola -dice ella interrumpiendo.
-Hola linda -responden al unísono.
-Voy de paso, solo quería saludarlos -dice ella rápidamente.
-Muchas gracias, espero que estés bien -responde uno.
-Cuidate querida, suerte en todo -termina el otro.
La miran alejarse y uno comenta.
-Esa mujer debe tener algo con el jefe, nadie puede ascender tan rápido.
-Y a nadie le puede caer bien una mujer como esa.
Las palabras vagaron por el espacio. Sus ojos húmedos por el silencio violado.
- ¿No crees que esto no debiese suceder?
- Ya no creo nada.
Su lengua trabada por las palabras. Sus lágrimas mostrando la destrucción de su alma.
- ¿Solo eso dirás?
- Y es solo porque me obligas.
Sus manos sudando. Su alma dispersa.
- Me voy.
Nuevamente el silencio.
Edit: Las disculpas pertinentes para quienes tuvieron que leer el texto sin cuidado de ortografía ni espacios, pero donde lo escribí tenía el teclado bloqueado y además poco tiempo, ahora sí está arreglado.
Estoy junto a mis hermanos, hemos nacido hoy, nuestra madre nos ha limpiado bastante, aún no veo el mundo, solo escucho, mis hermanos me aprietan.
Ya tenemos un mes de vida, hace poco hemos visto el mundo cómo es, nuestros ojos ya se acostumbraron a estar abiertos, vienen muchas personas a vernos, pero mi mamá se preocupa de que no se acerquen mucho.
Hoy nos sacaron de nuestra camita, nosotros llorábamos, pero nuestra madre no pudo hacer algo para evitar que nos sacaran, nos llevan en una caja, no sabemos dónde. Mis hermanos ya no están, se han ido de a poco, se los llevan unas personas que no conozco, solo quedo yo, en un bolso y no sé qué sucede.
He vuelto a la casa, mi mamá me ha mimado mucho, pero tiene menos brillo en sus ojos, ella también echa de menos a mis hermanos, espero volver a verlos alguna vez.
Hay un niño que me mima mucho, siempre está acá y me cuida, me cae bien, además salimos a pasear junto con una niña, lo paso bien, aunque me cuesta seguirlos porque caminan muy rápido.
Estoy en un bolso, me recuerda a cuando dejé de ver a mis hermanos, no sé dónde voy, tengo miedo, aunque voy con este niño, me va haciendo cariño lo cual me relaja.
Ahora estoy en una casa que no conocía, hay unas grandes escaleras, me da miedo mirar, espero crecer luego para poder bajar, me dan leche y comida además de mimarme, me gusta estar acá, siento cariño por este niño, aunque no entiendo lo que me dice. Me he dado cuenta que siempre dicen una palabra: Molko, siempre que dicen eso me están mirando a mí, me acostumbré a esa palabra.
Me siento solo, se van temprano y vuelven tarde, pasó el día con la casa a solas, pero cuando llegan me hacen cariño, me abrazan, me gusta sentir ese cariño, estoy echando mucho de menos a este niño, me gusta estar cerca de él.
Hoy estoy más grande, pude bajar un peldaño y subir de vuelta, ahora podré moverme con más facilidad acá, el mundo acaba de crecer para mí.
Hoy me están celebrando mi cumpleaños, no entiendo lo que eso significa, pero todos me miran, me hacen cariño, me divierte verlos así.
Me han llevado donde un señor, creo que lo llaman veterinario, me inyectó algunas cosas, no sé qué serán pero supongo que mal no me harán.
Estoy perdido, hace 3 días salí de la casa, me alejé mucho y no sé dónde llegué, he recorrido muchos lugares, quiero regresar luego, pero no sé dónde es. Momento! Acabo de escuchar algo, SÍ!, gritan Molko, sigue gritando por favor para seguir tu voz... ha parado, escúchame tú ahora... sí, resultó! Viene hacia mí, te echaba de menos, abrázame, llévame a la casa por favor, tengo sed y hambre.
Hoy cazé un pajarito, lo llevé a la casa para mostrarle la proeza al niño, estaba durmiendo, se lo dejé al lado, para cuando despierte lo vea, así verá lo grande que estoy.
Llevo bastante tiempo acá, me sigo sintiendo solo pero cuando están conmigo me dan mucho cariño, a veces vienen otras personas con el niño, muchas me tratan bien.
Me siento mucho más viejo, no me siento muy bien, se me ha quitado el apetito, me miran con cara de preocupación, pero no entienden qué me pasa.
Llevo harto tiempo así, me siento cada vez más débil, me cuidan harto, me dan otra comida para que coma, pero muchas veces tampoco me dan ganas de comer.
Hoy fuimos al veterinario de nuevo, me revisó y me inyectó algo, espero que se dé cuenta de qué tengo, quiero estar mejor, me siento débil.
Cada día estoy peor, el niño me mira, me abraza y me hace cariño, duermo con él y me entrega calor, me siento bien con él, pero no mejoro.
Hoy he peleado, tengo una herida y me duele mucho, llegué a la casa y no hay nadie, me recostaré un rato a descansar.
Me despertó el niño, está más viejo que cuando lo conocí, así mismo debo haber cambiado yo con el tiempo. Me siento cansado, noto la preocupación en sus ojos, me mira y me mima, solo puedo devolverle ronroneos, no tengo más fuerzas.
Mi brazo me duele mucho, no lo puedo apoyar y me cuesta caminar, mejor me recostaré, no tengo ánimos ni para comer.
Duele mucho, mucho, me llevaron de nuevo al veterinario. Sale un líquido extraño de mi cuerpo, huele mal, me duele.
Me están bañando, hace tiempo no lo hacían, el agua no me gusta pero no me quedan fuerzas para resistirme, me sigue saliendo líquido, el niño me mira, me hace cariño y me habla, me dice que voy a estar bien, pero duele tanto.
Han pasado 2 días, de nuevo me meten a mi cajita, supongo que me llevarán de nuevo al veterinario, quizás esta vez pueda hacer algo por mí, para detener este dolor.
Me están sacando mi pelaje, me quieren ver bien la zona que me duele, me pesa el cuerpo, dormiré un rato.
Está acá la tía del niño, está llorando. Yo la miro apenas, me cuesta abrir mis ojos, por qué no está él acá, espero que venga luego, quiero verlo.
Acaba de llegar, se ve triste, me está mirando y me hace cariño, me levanta la cabeza para mirarme a los ojos, no puedo abrirlos, lo siento, me habla, me dice cuánto me quiere y que lo perdone por no hacer lo que debía hacer, ojalá pudiese hacerme entender para responderle, sé que no puedo, al menos le ronronearé aunque me cueste, para agradecerle por el cariño que me entregó. Ayúdame por favor, me duele mucho, has que pare esto.
Duele, duele, duele, solo quiero dormir, quiero por fin descansar.
Todos celebramos nuestros cumpleaños con regocijo, a excepción de aquellos que se sienten apenados por su "vejez" o por sus crisis existenciales. Pero además existen otras conmemoraciones que recuerdan aquellos 365 ó 366 días desde aquel hecho puntual o desde la última vez que lo celebraron.
Año nuevo es un ejemplo de aquello, el comienzo de un nuevo año, esperando que el que llega sea mucho más próspero que el anterior. Navidad y tantas otras ceremonias religiosas. Otro ejemplo, es el de cuántas parejas en el mundo este mismo día estarán celebrando aniversarios, pololeos, noviazgos, primer beso, matrimonio, incluso el haber conocido a persona amada.
Pero no todas las conmemoraciones son buenas, también hay personas que recuerdan pérdidas, un ejemplo de esto es la historia de don Horacio Logozzo quien desde que falleció su esposa, Cornelia Fontana, cada año conmemoraba esa fecha dejando una lápida con versos en el nicho de su amada.
"Rechazabas limitaciones
y Dios te mandó buscar
no habrá santos dormilones
y el cielo mejorará.
Siempre en todo fuiste más, madre, esposa, amante
yo no te olvidaré jamás
estás dentro de mi sangre"
Dicta la primera lápida que instaló el 8 de enero de 1995 a un año de la partida de su esposa. Año tras año don Horacio fue dejando lápidas en las que le contaba su vida a su flaquita a excepción del año 2005, pero al siguiente volvió donde pidió perdón a su flaquita por fallarle el año anterior. El 2007 el Cementerio General de Santiago incluyo este nicho en el Tour Nocturno ya que don Horacio se convirtió en un personaje estimado por los visitantes del cemeneterio por su extraña historia de amor.
Para el conocimiento popular don Horacio falleció el 13 de febrero de 2008, no sin antes dejar la última placa donde ahora él mismo descansa al lado de su amada flaquita de quien ni la muerte lo pudo separar:
"No quiero tu alma rondando
sobre mis placas y tu lecho
tu alma junto a mi alma
hoy descansan en mi pecho"
Como don Horacio cada uno sabe qué es lo recuerda en sus aniversarios, por qué esa fecha es importante y vital, recuerdos, alegrías, penas, amores, desamores. Para mí tengo mis propios aniversarios dentro de mi alma y de mi corazón, hoy es uno de ellos. Espero que los suyos, sus aniversarios personales, sean más de regocijo que de lamento.
"Se incorporó, casi sin creer lo que escuchaba, pero esperando que sucediera, en aquel momento sintió nauseas y ganas de vomitar.
No era primera vez que sucedía, pero tenía la idea de que sería la última, a pesar de haber sentido lo mismo varias veces.
En aquel momento él hablaba, ella escuchaba lo mismo, lo mismo que tantas veces había replicado. No lograba entender el por qué, por qué de nuevo pasaba esto, siempre los mismos motivos, miraba incrédula el rostro del hombre que tanto amaba, sus labios, modulando aquellas frases tan repetitivas.
Recordaba el último tiempo juntos, la última semana, lo feliz que se había sentido con él, lo feliz, feliz. Ahora sentía impotencia, aquella impotencia que nos hace sentir miserables en algunos momentos de nuestras vidas, cuando vemos como frente a nuestros ojos se nos escabullen nuestras esperanzas, deseos y sueños. No era la primera vez que sentía esto, pero estaba segura que no quería volver a sentir esta sensación nuevamente alguna vez, en su mente, en su corazón.
Comenzó a hablar finalmente, las palabras le salían de forma desordenada, dijo todo lo que creía que ayudaría a resolver la situación, tratando de demostrar lo mucho que lo amaba, lo mucho que lo necesitaba. Hablaron durante varias horas, se desahogó, le contó varias cosas de su vida, esperando que así entendiera por qué ella tenía esa personalidad, el por qué le costaba tanto hablar de sí misma.
Llegado el momento se dio cuenta que todo sería en vano, sentía aquel vacío como pocas veces lo había sentido, la invadían unas ganas casi incontrolables de llorar, pero se dio cuenta que no necesitaba retenerlas, simplemente no fluían, se sentía seca, vacía, miserable.
Recordaba todo aquello en ese instante, aquellas escenas le escocían el alma, sabía que lo que haría no era lo correcto, con esto no solucionaría las cosas ni recuperaría al hombre que amaba, ¿que se sintiera culpable? Lo dudaba, solo sabía que no podía continuar su vida así, sintiendo que lo último que le quedaba de su amor se había extinguido cuando la dejó.
Su último pensamiento fue que él, nunca la volvería a amar."
Hace mucho de este texto, fue uno de los primeros que escribí, demasiado autorreferente para ser bueno, demasiado simple como para expresar aquellos sentimientos que nos embargan en los momentos en que somos despojados de nuestros deseos, anhelos y sueños.
Demasiado... quizás ese es el problema, siempre es demasiado poco o demasiado excesivo.
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